Por Esmeralda Milán.
Suelo caer mal y lo seguiré haciendo con todo el gusto y la sevicia del caso sí es que se requiere, si ese es el precio que debo pagar por serme fiel; una cosa es certera y es que jamás traicionaré mi esencia, cederé mi poder y muchísimo menos pasaré por encima de mi bienestar para complacer a otros. Es que el ser a quien más deberíamos respetar, sin lugar a dudas debería ser a nosotros mismos. Sin embargo, curiosamente, en múltiples ocasiones elegimos sacrificarnos, traicionarnos y hasta desangrarnos por hallar un ápice de la tan anhelada validación social.
Algunos no saben pronunciar la palabra NO, no saben poner límites y lo entregan todo hasta quedarse vacíos; su afecto, su dinero, su compañía, su tiempo, sus talentos, su trabajo y su esencia, porque asumen, que si no lo hacen de ese modo recibirán la tan temida etiqueta del EGOÍSMO y por consecuencia el tan aborrecido rechazo social, bien, creo que en alguna ocasión todos a menor o mayor escala hemos sido presos de alguna situación en la que elegimos la aceptación social, incluso yendo en contra de nosotros mismos.
Es que no nos digamos mentiras, a todos nos ha interesado agradar en algún momento, a todos nos ha preocupado nuestra imagen, lo que opinen y cómo nos perciben los demás, no obstante, hay casos en los que ésta dinámica se vuelve patológica y es cuando se decide vivir 100% en pro de las opiniones y complacencias ajenas, ahí es donde el panorama se puede tornar muy oscuro. En esa medida, hoy debo agregar que yo sí elijo el otro bando, definitivamente el de auto complacerme y auto validarme, por supuesto que habrán episodios en los que pretenderé agradar, pero porque auténticamente así lo desee yo, no porque me angustie obedecer a imposiciones de otros, hoy te quiero contar que decidí mirarme hacia adentro, escucharme atentamente, y en esa lógica:
No te diré lo que quieres oír, ni te mentiré para que no te sientas incómodo con mis ideales, no asistiré a ese evento que no me agrada, no aprobaré tu argumento si difiero de éste, no guardaré silencio ante algún hecho o palabra que vaya en contravía de mis valores y/o filosofía de vida tan solo por agradarte o evitar un conflicto, porque éste último no solo es necesario sino liberador. Las confrontaciones no siempre tienen que ser propiamente la antesala a una guerra, en muchas ocasiones, al menos en lo que a mí respecta, obedece más a la búsqueda de alguna verdad y del sentido ante algún postulado o situación que para mí resultó molesta y completamente absurda, o sencillamente no es más que una evidencia elemental de carácter y como tal no tengo otra pretensión más que la de hallar tu honestidad blindada de unos buenos argumentos, el malestar y la irritabilidad tras las heridas que se abren ante tal confrontación los pones tú.
En ese sentido, hay una altísima probabilidad de que cada vez los amigos sean menos, pero eso sí con certeza, sean mejores o al menos más óptimos para efectos de mi salud mental y emocional. Tal vez me llames una egoísta y es muy seguro que así lo sea, pero elijo mil veces ponerme el vestido del egoísmo, siendo auténtica y de ese modo experimentar mi felicidad, que disfrazarme de la eterna y macabra hipocresía, cuya máscara suele ser la de peor calidad porque pronto se cae, y entonces, quedarse atrapada en esa falsa sonrisa, que no es más que el jardín de la angustia, la ventana de la represión y el hogar de la frustración, definitivamente no será una opción para mí. Porque más bien percibo, que aquellos que optan por traicionarse a sí mismos lo hacen en realidad porque tienen una profunda angustia de quedarse solos, o mejor, de quedarse con ellos mismos, lo cual solo indica que no se caen nada bien a sí mismos, bien, en ese sentido, considero que yo sí me caigo demasiado bien, y en el fortuito caso de ganarme una total desaprobación masiva, me resultaría sumamente cómodo pasar el tiempo conmigo misma, es que, me encuentro muy divertida e interesante.
Muy seguramente con los años le agradaré cada vez menos al colectivo pero eso sí, me agradaré muchísimo más a mí misma, que en últimas, es realmente la única relación que tengo garantizada hasta que la vida se me apague, la que tengo consigo misma, por tanto la que mejor debo cultivar. En esa medida:
¿No te parece más lógico, más sabio y más conveniente darle prioridad a la misma?
Hoy te quiero invitar a que ¡Hagas lo que te venga en gana! Porque pese a que cumplas a cabalidad con las expectativas de otros, aunque te esmeres en complacer a cada uno de tus semejantes, te tengo una noticia: en todo caso acabarás resultando insuficiente y serás duramente criticado, bien sea de frente o en el peor y más usual de los casos, a tus espaldas.
Deseo entonces de todo corazón, que cada día, todos necesitemos menos aprobación de los otros y más aprobación de sí mismos, menos búsqueda de felicidad afuera y más paz adentro, menos pretender parecernos a otros y más reivindicar quienes somos, y en suma, ¡Qué viva la esencia!