El Majestuoso poder del Amor propio

Aug 26, 2020 | Reflexiones

Hoy quisiera iniciar, con un cuestionamiento, que solo te responderás a ti misma:

¿Cómo te hablas cuando te observas?

¿Cuántas veces al día te observas con reproche?

¿Cómo te tratas cuando te fallas?

¿Cuántas veces al día te desprecias?

¿Cómo respondes ante la crítica, y Cómo respondes ante los elogios?

¿Cuán comprometida estás contigo misma?

¿Cuánto te exiges y cuánto te felicitas por lo que logras?

¿Cuántas veces te has permitido soñar y Por cuántos de esos sueños has empezado a trabajar?

¿Cuándo fue que dejaste de amarte? 

¿Cuánto hace que no te perdonas?

¿Cuántas veces te has ignorado?

¿Cuántas veces has silenciado tu propia voz?

¿Cuántas veces te has puesto de última en tu lista de prioridades?

¿Cuánto hace que no te complaces?

¿Cuándo fue la última vez que reíste a carcajadas?

¿Cuándo fue la última vez que te sentiste sin complejos?

¿Cuándo fue la última vez que alzaste la voz para defender tus ideales?  

¿Cuándo fue la última vez que te alejaste de todo aquello que te impedía ser tú misma?   

¿Por qué en el pasado no supiste amarte debidamente? Bien, 

Propongo que te Observes en un espejo y te preguntes qué es lo que ves cuando te ves, qué es lo que escuchas en tus silencios, qué es lo que te dices cuando te hablas, que es lo que piensas de ti en tus peores fracasos, ¿cómo es que actúas ante el dolor y ante aquello que no está bajo tu control? y reflexiona por un minuto…

¿Por qué es que ahora mismo no me amo como debería, y en el pasado tampoco me amé?…

No me amaba, tal vez, porque durante mi infancia no recibí el amor, la atención y los cuidados que sentí necesitar. Por tanto, había en mí un tremendo instinto que me genera terror a no ser suficiente, a no ser querida, y a ser abandonada de nuevo, a quedar, otra vez desprotegida, en el limbo, a perder el poco afecto que alguien haya podido otorgarme, aunque no fuesen más que migajas. 

O No me amaba, tal vez porque nadie me dijo jamás que era lo suficientemente hermosa, valiosa, capaz, inteligente, generosa, amable, buena, y/o valiente.

O No me amaba, tal vez porque otros dijeron que yo era justo lo opuesto: que era horrible, que no valía, que era incapaz, tonta, estúpida, miserable, perversa, débil, perdedora…Y yo, yo les creí. 

O No me amaba, tal vez Porque un día, alguien, modificó perversamente la imagen que tenía de mí misma al dañarme, denigrarme, maltratarme, sabotearme y profanarme en lo físico, mental y/o en lo emocional. Y desde entonces, comencé a despreciarme, a percibirme poco merecedora y a ser cómplice de mi propio sufrimiento, de mi propio dolor, comencé a permitir indignidades, agravios y malos ratos de todo tipo. 

A otorgarle el permiso a seres oportunistas para que tomasen de mí lo que desearan sin poner un ápice de resistencia, y por consiguiente, aprendí a sentarme en aquel lugar llamado victimismo, y como es lógico, al sentirme una absoluta víctima, por consecuencia a encontrar victimarios a mi paso, que colaboraban con mi trance, y me senté tanto rato ahí, en el victimismo, hasta que me quedé profundamente dormida.

 Y durante mucho tiempo permanecí de ese modo, asumiendo que no había nada mejor para mí, que incluso me merecía experimentar la escasez, la mediocridad y la indignidad en mi vida, en los vínculos que establecía, o en el amor, que iniciaba desde el propio, mismo que por supuesto brillaba por su ausencia.

 Mucho tiempo estuve allí, aletargada y hasta resignada, con pulso, pero sin vida, porque siento que uno muere y nace muchas veces durante la misma vida, allí estaba, entregando hasta quedarme vacía, sumida en la peor mendicidad de todas. La mendicidad del alma, la que suplica unas gotas de atención, la que se complace con unas migajas de afecto y la que se conforma con una miseria de supuesto amor.    

Sin embargo, y bajo el costo de mi propia sangre y de mi propia ruina, finalmente, un día, me levanté del suelo, bastante rota, por cierto, más, aún con vida y esta vez no era el pulso lo único que me lo indicaba, en cambio, fue un hambre voraz en mi espíritu adormecido la que me sacudió, me anestesió las heridas, y me llenó de vigor, aquella hambre que solo surge tras caer al pantano y tocar el fondo, que a la vez 

¡Es precioso!, puesto que es justo allí donde comprendes, que tras estar en el mismo fondo no hay otra alternativa más que salir a la superficie y flotar.

  Y entonces lo hice, floté y encontré mi propia isla, en donde hallé un mar cristalino y puro, en donde por fin pude observarme como en verdad era, transparente, hermosa, mágica y cubierta de esplendor. 

Y entonces descubrí mi poder más valioso y empecé a utilizarlo, el poder que, desde entonces y hasta hoy. me ha hecho crecer, avanzar, conocerme mejor, pasar tiempo conmigo misma y disfrutarlo plenamente,

y lo más bello; poder de dar a otros desde lo que me sobra y no desde lo que carezco, el poder que me hizo mirarme con los ojos reales, los ojos del alma.

El poder que me hizo escucharme con la voz de la intuición, el poder que me hizo por fin comprender que no necesito competir contra  nadie, porque soy única y es justo eso lo que me hace fabulosa, el poder que me llevó a reflexionar respecto a que no puedo cambiar el pasado, por tanto lo debo dejar ir con todo lo doloroso o pleno que haya podido ser, y que tampoco está en mis manos predecir o controlar el futuro,  y entonces, debo fluir en mi presente con absoluta consciencia  y total conexión cada día de mi vida.

  El poder que me hizo saberme merecedora de una vida plena, abundante y feliz, y por la cual en adelante elijo y exijo seres, situaciones, vínculos y estilos de vida que solo me llenen de paz y regocijo y que comulguen con tal sentimiento de merecimiento. 

El poder que me da la convicción de saber que por oscuro que se torne el camino, yo ya conozco la fórmula para encender de nuevo la luz.

 El poder para saber decir ¡NO! oportunamente, cuando no me conviene, no me convence, no me interesa o sencillamente no me apetece alguna propuesta, o petición. 

El poder de saber perdonar de corazón a quienes me hirieron, con la comprensión de que ellos solo hicieron lo que pudieron con lo que tuvieron. Y sobre todo, el poder de perdonarme a mí misma por no cuidarme, protegerme y tratarme amorosamente en otros momentos. 

Es por lo que, a mi modo de ver, es el más mágico y efectivo de todos los poderes que podremos tener las mujeres. El que más cuenta, porque nos empodera, el principio y el fin de todo, el más útil y el más sanador…

 El Majestuoso poder del Amor propio.

¿Y tú, ya descubriste tu poder?

Tu Primera sesión de Coaching es GRATIS

X